Mención de Honor en el
Concurso Internacional
Instituto Cultural
Latinoamericano.
Un
muro irrompible de fresas y vinos
yace
lívido en su triste morada,
en
el ocaso de sus sueños extinguidos,
en
el albergue de la derrota más lacerante.
¡Cuánto
deseó que este temible momento
no
lo presenciaran jamás sus ojos!
Pero
ha de hacerle frente con su vida,
condenado
a una soledad errante,
aislado
en el más triste infortunio.
Quizás
se conforme con el recuerdo
de
un placer que generoso trajo el viento.
Quizás
se decida a luchar por la bondad
como
la imagen más bella del universo.
Quizás
ponga fin a su letanía
con
un leve sorbo del veneno asesino
de
la muerte que el futuro le ofrece sonriente
a
modo de esperanza. En cualquiera de los casos,
muerto
está y, entretanto, las chillonas risas
de
los cuerdos pululan en sus oídos
atormentados,
como una sangrienta procesión
de
mil penetrantes cuchillos afilados.
Sin
embargo, el Camino, la Verdad y la Vida
se
aparece ante él, sin mostrarle su rostro divino,
le
atrae hacia sí con rectísimo ademán
y
le solicita su corazón apesadumbrado y abatido
y
le señala el centro de su alma doliente
y
le dona lo que ha ansiado vehementemente
desde
que era un niño: un gozo imperecedero
en
lo más profundo de su ser instalado,
a
modo de don inmerecido e inesperado.
Alberto Ibarrola Oyón
Felicitación del Arzobispado de Pamplona y Obispado de Tudela.
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